¿Quién fue Sócrates y por qué molestaba tanto?
En la antigua ciudad de Atenas, hace muchos siglos, vivía un hombre llamado Sócrates. Él no escribía libros ni daba clases en salones. En cambio, caminaba por la ciudad y hablaba con la gente. Les hacía preguntas difíciles, como por ejemplo: “¿Qué es la justicia?” o “¿Qué es ser valiente?”. Con estas preguntas, quería que las personas pensaran por sí mismas y se dieran cuenta de si realmente sabían lo que decían saber.
A diferencia de otros maestros de su tiempo, como los sofistas, Sócrates no cobraba por enseñar. Tampoco decía tener todas las respuestas. Al contrario, una de sus frases más famosas es: “Yo solo sé que no sé nada”. Con esto quería decir que era mejor reconocer que uno no sabe, que andar por la vida creyendo cosas falsas.
Algunos pensadores de la época, como Hipias o Protágoras, creían que las normas sociales, como las leyes o las costumbres, no eran cosas artificiales, sino que venían de la naturaleza humana. Es decir, que muchas de las reglas que seguimos como sociedad podrían ser compartidas por otros pueblos, porque nacen de lo que todos los humanos tenemos en común.
Pero no todos estaban de acuerdo con estas ideas. Había personas como Aristófanes, un escritor de obras de teatro, que pensaba que dejar atrás las creencias religiosas antiguas y las normas de siempre llevaría a que la sociedad se descompusiera. Creía que estas nuevas ideas, como las de Sócrates, eran peligrosas. Por eso, en sus obras se burlaba de él, mostrándolo como alguien raro que enseñaba tonterías.
Con el tiempo, mucha gente empezó a ver a Sócrates como un problema. Lo acusaron de “corromper a los jóvenes” y de no creer en los dioses de la ciudad. En realidad, lo que molestaba era que él cuestionaba todo. No aceptaba respuestas sin pensarlas, y eso hacía que muchos se sintieran incómodos. Por eso, lo llevaron a juicio y lo condenaron a muerte.
Pero, ¿quién era de verdad este hombre? Sócrates no solo sabía leer y escribir. También aprendió música y gimnasia, que en ese tiempo eran cosas que solo los ricos podían estudiar. A pesar de esto, llevó una vida muy sencilla. No salía de Atenas casi nunca, solo cuando tuvo que ir a la guerra. Y cuando no estaba en combate, se dedicaba a pensar, conversar y hacer preguntas. Para él, eso era el verdadero trabajo del ser humano.
Una frase suya lo explica muy bien: “El ocio es el mayor bien que se puede tener”. Pero aquí “ocio” no significa estar sin hacer nada, sino tener tiempo para reflexionar, conversar y aprender.
Sócrates tenía una manera muy particular de enseñar. En vez de dar respuestas, prefería hacer preguntas. Por ejemplo, si alguien decía que sabía qué era la piedad, él le preguntaba: “¿Y qué es la piedad?”. A partir de ahí, comenzaba una conversación en la que poco a poco se mostraba que, en realidad, esa persona no tenía una idea clara de lo que decía. Pero esta no era una burla, sino una forma de ayudar al otro a pensar mejor.
Aristóteles, otro gran filósofo que vino después, dijo que Sócrates ayudó a la lógica en dos cosas importantes: la inducción y la definición. La inducción consiste en observar muchos casos parecidos para sacar una conclusión general. Por ejemplo, si veo que todos los pájaros que conozco tienen alas, puedo pensar que todos los pájaros tienen alas. Y la definición es explicar con claridad lo que significa una palabra. Para Sócrates, no bastaba con repetir lo que decía la mayoría. Había que entender bien lo que se decía.
Por todo esto, Sócrates no era un hombre común. Su vida fue una misión, casi como si tuviera un encargo de los dioses: hacer que las personas despertaran, que se preguntaran cosas importantes, que dejaran de vivir sin pensar. Eso lo llevó a tener muchos enemigos, porque no todos querían que les movieran el piso. Por eso fue condenado injustamente.
Pero su enseñanza sigue viva. Nos enseñó que pensar es parte de vivir bien. Que no hay que tener miedo de decir “no sé” si eso nos lleva a aprender. Y que el diálogo, es decir, hablar y escuchar con atención, puede ser más poderoso que cualquier arma.
Notas importantes
El método de Sócrates consistía en un estilo de conversación diseñado para sacar a la luz las contradicciones entre las distintas creencias de las personas. De acuerdo con esto, no podía haber una conversación mejor que otra, ni una conclusión separable de la conversación que había llevado hasta ella, razón por la cual no tenía demasiado sentido ponerlas por escrito.
«Método» es una palabra de origen griego que significa literalmente «camino hacia». Si la primera aportación de Sócrates a la filosofía es el método, la segunda es el fin que persigue con él, que no es otro que el bien del hombre, y más concretamente su propio bien.
Una reflexión completamente centrada en el hombre, que no lo hiciera depender de nada más que de sí mismo y se empeñara en perseguir la virtud de su conducta antes que ningún otro objetivo más inmediato, era algo sin precedentes. En este sentido, Sócrates es casi unánimemente reconocido como el inventor de la ética
«un caballo grande y noble pero lento por su tamaño, y que necesita ser aguijoneado por una especie de tábano».
El filósofo realiza su primera aparición en escena con los pies metidos en un cesto y suspendido de una cuerda en el aire; ante la pregunta de qué hace allí arriba, explica que pretende observar mejor el Sol y los demás astros, y que para ello debe alejarse tanto como le sea posible de la Tierra, pues esta tiene la capacidad de absorber el jugo del pensamiento. Unas cuantas preguntas más nos permiten saber por boca de este estrafalario Sócrates que los dioses no existen y que en su lugar es preciso adorar a las Nubes y, por encima de ellas, al Aire
La mezcla ni siquiera es consistente: su Sócrates cobra caro por sus enseñanzas como un sofista astuto y codicioso, pero es pobre como corresponde a un hombre que entrega todo su tiempo a cuestiones tales como por qué parte del cuerpo zumba un mosquito
Casi una cuarta parte de los chistes que nos han llegado de la Atenas de la época la toman con los filósofos, y la lista de apariciones de Sócrates en las coinedias no termina siquiera en las dos que hemos citado.
todos ellos le suscitaban desconfianza y fascinación a partes similares
Lo primero que destaca la comedia de Aristófanes de estos nuevos filósofos son sus tendencias sectarias, algo que probablemente inquietaba de un modo especial en la politizada Atenas
Cuando el discípulo le explica que la geometría sirve para medir la tierra y elaborar mapas, Estrepsíades solo es capaz de entender que están hablando de parcelación de terrenos para su venta. Pero en el fondo — viene a decir Aristófanes— , hacer un mapa de la tierra y hacer negocios dudosos con ella no son cosas que estén tan lejos entre sí. A ojos de muchos atenienses, el nuevo saber va de la mano de una pérdida de orientación moral. En este sentido, el aprendiz de físico y el viejo avaricioso son tal para cual.
Los griegos usaban la palabra «convención» {nomos) para referirse a las leyes, las costumbres y demás normas que los hombres se dan a sí mismos. Se trata de una palabra que gana gran relieve en los debates filosóficos de esta época, igual que lo había hecho antes la palabra «naturaleza». En cierto modo, puede decirse que lo hacen de la mano. Como ha señalado el filósofo contemporáneo Alasdair Maclntyre, el pensamiento griego evoluciona en respuesta al contacto entre culturas y tradiciones diversas, así como a la transformación interna de sus sociedades. En la medida en que los dioses dominan totalmente el imaginario de estas culturas, este contacto se traduce en un conflicto entre divinidades. El concepto de naturaleza es una manera de suavizar y gestionar este conflicto. Pero en la medida en que este concepto logra su cometido, los protagonistas del conflicto toman cada vez más el aspecto de hombres. El concepto de convención da nombre a esta nueva situación y trata de gestionarla abriendo un nuevo diálogo con el concepto de naturaleza. Platón nos ha legado el juicio general de que el desplazamiento del interés de la naturaleza a la convención por parte de los sofistas obedece a un abandono del interés por la verdad, es decir, a un creciente relativismo. No obstante, los propios diálogos de Platón muestran una complejidad mucho mayor en las reflexiones de los sofistas sobre la relación entre convención y naturaleza. Así, sofistas como Gorgias, Calicles o Trasímaco defienden en diversos tonos y matices que la naturaleza constituye la auténtica moral, frente a la cual la moral convencional sería una represión ilegítima. Otros, como Antifonte, Hipias o el propio Protágoras, defienden en cambio que las convenciones no se oponen sino que tienen su fundamento en la naturaleza, ya sean todas las convenciones o bien solo una parte de ellas, las cuales tenderían a ser comparadas por todas las sociedades.
La conclusión que nos ofrece el conservador Aristófanes es que el abandono del universo religioso tradicional lleva irremisiblemente a la disolución moral de la sociedad. Es preciso, por tanto, reaccionar de forma enérgica ante las nuevas corrientes de pensamiento.
Al final se giraron contra Sócrates, convertido de nuevo en compendio y personificación de todas las nuevas enseñanzas a las que echaban la culpa de la ruina de la ciudad.
la Atenas de aquella época ponía al alcance de todos sus ciudadanos libres una educación básica en la lectura, la escritura y el cálculo, y, según parece, Sócrates también tuvo acceso a los estudios más tradicionales — y más aristocráticos— de la gimnasia y la música
«E l ocio es el mayor bien que se puede tener».
Estas campañas militares serían, por cierto, las únicas ocasiones en las que el filósofo se ausentó de la ciudad — en el Critón hay quien se ríe de ello diciendo que había viajado menos que «los cojos, los ciegos y otros lisiados»— , algo muy poco frecuente entre los sabios y pensadores de la época.
Por lo que respecta al carácter de Sócrates, los diálogos describen a un hombre que destaca ante todo por su dominio de sí
Sócrates entendía la filosofía como la práctica de un método que ponía a prueba el saber de las personas mediante un estilo de conversación basado en la refutación. Este método hunde sus raíces en la tradición recibida y en la experiencia religiosa de Sócrates, y domina su actividad filosófica hasta el punto de que su personalidad entera se confunde con él.
«Sócrates comete delito y se mete en lo que no debe al investigar las cosas subterráneas y celestes, al hacer más fuerte el argumento más débil y al enseñar estas mismas cosas a otros».
Este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, así como, en efecto, no sé, tampoco creo saber. Sócrates, en la Apología
De acuerdo con el carácter de misión divina que ha atribuido a esta práctica filosófica, Sócrates no espera en estos diálogos a que alguien acuda a él en busca de sabiduría, como hacían los sofistas, sino que va él en busca de personas a las que interpelar. Las personas escogidas son en general aquellas que creen poseer un saber especial acerca de algo, y las interroga sobre esto mismo que creen saber: con el piadoso habla sobre la piedad, con el poeta sobre la poesía, con el sensato sobre la sensatez, y así sucesivamente. La primera pregunta de Sócrates es más o menos siempre la misma: ¿qué es la piedad, la poesía, la sensatez...?
De acuerdo con esto, Aristóteles resume la aportación de Sócrates a la lógica en dos elementos, la definición y la inducción, de tal modo que el procedimiento socrático consistiría desde su punto de vista en hallar la definición universal de un término por la vía de la inducción desde sus casos particulares. Es importante observar que los casos particulares que interesan a Sócrates no son los usos y sentidos que se puedan dar a las palabras piedad, poesía, o sensatez en un determinado contexto lingüístico, como era práctica habitual entre los sofistas, sino los que tienen que ver con los objetos reales mentados por estas palabras
«Porque yo, no ahora sino siempre, soy de condición de no prestar atención a ninguna otra cosa que al razonamiento que, al reflexionar, me parece el mejor».
EL MÉTODO A ÉXAMEN PAG 56 A 71
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